martes, 15 de mayo de 2007

CALAMA CITY, HOY: CALAMA CITY, HOY:


Por el Dr. Jaña Gaete

Hay fechas mentirosas y “el aniversario” de Calama. Desde que llegué a esta ciudad, me cago de la risa cuando cada 23 de marzo hablan de cuantos años cumple Calama, como si este montón de polvo con aroma a caca no fuera sencillamente un botín de guerra que los milicos chilenos le quitaron un grupo de pobres diablos bolivianos que le trabajaban como peones al saco de huevas de Abaroa... no hay “gesta patriótica” en Chile más ordinaria y chanta que la -mal llamada- batalla de Topáter. Que lo recuerden cada año con esa presentación torrante hecha por unos mocosos pajeros, que ponen cara de heroicos solo para capear clases, no hace sino confirmar la identidad sobre la cual se conformó este oasis del mal gusto.
Pese a todas estas ideas (que creo fervientemente), y en un gesto que puede considerarse de una total inconsecuencia -cosa que me importa un pico- fui a estirar las patitas al Parque El Loa y a llenar mis pulmones del patriotismo barato de esta tierra de sol y caca. Y me gustó.
De partida, un placer escuchar los buenos grupos que trajo el punga de Molina, claramente debe estar bien asesorado, porque no me lo imagino escogiendo Jazz o a los Inti-Illimani, con cueva debe escuchar Garras de Amor o los Hermanos Bustos... igual metieron regetón, pero estamos en Calama y un festival sin perreo, sería como calameño en el Museo del Prado, o sea imposible. Yo más que mirar a los grupos, me dediqué a mirar a la gente, como las viejas guatonas sangoloteaban las charchas al son de cualquier música o como los cabros (con lentes oscuros, porque da lo mismo lo oscuro que esté, pero los giles en Calama no se sacan los lentes ni pa ir a cagar) se hacían los lindos con las minas. Era una fiesta popular, y para los que me conocen, saben que por muy atorrante que sea, siempre seré amigo de lo popular.
Entremedio me pegaba escapaditas para ir a tomarme un vaso de vino navegado. Debiera más bien hablar del sector donde están las artesanías, hechas por indios made in Taiwán, pero que me perdonen los etnocentristas, pero en esta pasada me quedo con la fritanguería y los productos de plástico del lado torrante de la feria.
Una mezcla al estilo calameño, donde conviven posters de Daddy Yankee con un plato de pataska, desde manzanas confitadas y unos jugos naturales auténticos hechos por un auténtico negro (por cierto, vi varias viejas auténticamente calientes que se lo comían con la mirada al negro) hasta juegos de dardos donde un par de cabros espinilludos le sacan unas monedas a la gente con la ilusión de hacer un par de lucas. Pero todo esta mescolanza se hace llevadera porque muestran el lado más real de nuestra gente. Parece que en esos paseos me reconcilié con todo el revestimiento militar y patriotero que tiene el 23 de marzo.
|Finalmente el 22 a la medianoche unos juegos artificiales que yo nunca había visto en Calama. Podría haber sido el broche de oro para una semana bastante por sobre el nivel de lo que estamos acostumbrados; pero una vez más como para no olvidar que aquí vivimos, en vez de disfrutar del espectáculo en silencio solo escuchando el detonar de los fuegos, tuve que aguantar el par de animadores chupamedias contratados por el flaite de Molina, que entre explosión y explosión hablaban maravillas de la comuna, la municipalidad y todos los giles que le ponen unas lucas para que puedan seguir comiendo.
Harto picante... como Calama. Feliz aniversario culiaos.

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